sábado, 15 de abril de 2017

La Protesta Ciudadana

Por MauricioAzk

Para los gobernantes de un estado contemporáneo, la estabilidad política es imprescindible para la paz social y el desarrollo económico e intelectual de la nación, lo que en consecuencia permitirá alcanzar un mejor nivel de vida en general, sin embargo, dado que los actores en el panorama político y social son diversos, también lo serán sus objetivos y motivaciones para las protestas, por lo tanto, la forma en que los gobernantes las enfrenten, no necesariamente deberá ser siempre igual.

Por demás está decir que son muchos los políticos y gobernantes que carecen de la capacidad de ver y de entender  la complejidad de las protestas, es decir, sus actores, sus motivaciones y los factores externos que puedan influir para que éstas se materialicen. Tampoco tienen la capacidad de anticiparlas, a fin de que no lleguen a producirse, en la mayoría de las ocasiones.  Generalmente esto es así por su poca experiencia en la gestión pública o su escasa formación política, sin descartar el poco interés que tengan en el bienestar de los ciudadanos, lo cual no es de extrañar, puesto que muchos políticos llegan a gobernar con la prioridad de mejorar su pecunio.

Como es de esperar, la respuesta de los gobernantes es, en muchos casos, la represión por medio de las fuerzas del orden, con excesos y abusos en la acción policial, dando como resultado la no solución al motivo de las protestas, y en consecuencia, futuras manifestaciones que pueden llegar a ser peores que las primeras.

Entonces, no resultaría exagerado llegar a la conclusión de que el temor a ser desplazados del poder político es la principal motivación para sus respuestas desacertadas ante las acciones de protesta y manifestaciones populares, motivación equívoca en suma, porque cuando los gobernantes actúan de cara a sus electores, con eficiencia y honradez, no habrá fuerza política que pueda reemplazarles.


La Protesta  Ciudadana

En los países que existen sistemas políticos democráticos, libertades y garantías para la convivencia de sus ciudadanos, las manifestaciones, protestas, marchas, piqueteos y toda clase de acciones de calle son cosa del día a día, todas ellas compuestas por grupos de obreros, de profesionales, por residentes de comunidades, y en ocasiones, por actores extemporáneos, como por ejemplo, religiosos o grupos de presión a favor o en contra de normas “morales” insertas en las leyes vigentes, de las cuales se pide su modificación o derogación.

En la actualidad, la mayoría de las democracias consagran el derecho a la protesta como parte fundamental de los derechos ciudadanos, la cual se constituye en un mecanismo de comunicación entre gobernados y gobernantes, cuando los representantes elegidos por el pueblo son dejados de lado como interlocutores legítimos del pueblo, o bien los problemas que dan origen a la protesta sobrepasan su capacidad de respuesta.  

En cualquier caso, el objetivo principal de una protesta, sea esta pacífica o violenta (que atente contra los bienes públicos o privados), sólo se logrará si las autoridades se reúnen con los protestantes, escuchan sus peticiones y luego les proponen soluciones, sean éstas definitivas o paliativos en tanto se pueda concretizar lo propuesto.  Aunque no siempre quienes protesten logren alcanzar sus objetivos, la acción misma de la protesta realizada se habrá constituido en evidencia fidedigna, ante toda la sociedad, de que existen problemas, que los gobernantes no atienden, ignorar y ocultan

Lo que se entiende por “Negociación”.

El término “negociación” es muy utilizado en la actualidad tanto por  aquellos que realizan la protesta ciudadana como por los gobernantes de turno, ambos creyendo a priori que su contraparte entiende el significado del término de manera igual al propio, es decir, que ambos piensan que lo que la negociación significa “para mí” también lo entiende y acepta el otro, exactamente igual.   Esta afirmación puede parecer obvia para algunos y fuera de lugar para otros, pero si tenemos la capacidad de ver más allá de árbol, del hecho concreto, y observamos contexto, podremos concluir que no importa que el término “negociación” signifique lo mismo o no, al final lo que “algunos” quieren es invocarla a conveniencia, por interés propio, para lograr resultados a favor, sin importar los efectos resultantes al entorno.
No faltará quienes crean que una afirmación de este tipo es insultante, humillante con los necesitados, oprimidos, abusados y menos afortunados de la sociedad, que son los que más sufren por la inacción de los gobiernos, por las injusticias promovidas por el poder económico, por la delincuencia organizada, etcétera; no obstante, lo que hay que tener presente para que la negociación se lleve a cabo con éxito, es la voluntad de participar y apoyar todas aquellas acciones que sean realizadas durante este proceso, visualizando siempre el objetivo final, que es el acuerdo.

Luego entonces, podemos definir “negociación” como aquella actividad en la que participan dos actores con roles diferentes: los ciudadanos que protestan, que realizan las acciones ante la comunidad, y los gobernantes, quienes deben atender las peticiones provenientes de la protesta, en la cual se procura alcanzar una solución viable, real y posible a fin de brindar una respuesta efectiva.


Reglas, métodos, mediadores.

Sabiendo que la perspectiva de los actores con relación a este proceso es por lo general diferente y opuesta, será imprescindible establecer ciertas reglas, métodos, e incluso mediadores para que sean implementados desde la etapa inicial del proceso de negociación, hasta su finalización. Dichas reglas deberán ser aceptadas por las partes, siempre de buena gana, puesto que para poder negociar es fundamental iniciar con una actitud positiva, una buena imagen de cara al interlocutor y a la sociedad.

Las reglas son necesarias para toda actividad de índole social, a fin de conseguir un mínimo de orden y sosiego, no obstante, no deben tener un papel más importante que la actividad en sí, la negociación en este caso, ya que lo prioritario es resolver las peticiones causantes de la protesta.  También se debe tener presente que al aceptar las reglas a seguir por las partes, debe haber una verdadera intención de obedecerlas y respetarlas, es decir, lo actuado durante el proceso de la negociación debe ser consecuencia de lo firmado y aceptado al inicio de la misma.

El método a utilizar para la negociación es el conjunto de pasos o actividades que deberán ser implementadas a lo largo de dicho proceso, lo cual es la parte más difícil, puesto que si los actores no acatan los pasos del método, una de las partes, o incluso ambas, pueden separarse de la “mesa de negociación”, lo cual puede crear un estado de zozobra y malestar frente a los involucrados y la sociedad en general. El método a utilizar durante el proceso de la negociación deberá ser lo suficientemente sencillo de entender y seguir, que permita la participación equitativa de los actores en la negociación, el planteamiento de las peticiones y soluciones de las partes, que posea  las herramientas necesarias para ser utilizadas durante el proceso, y por sobre todo, que cuente con la voluntad de las partes para llegar al consenso.

Con relación a los mediadores en una negociación,  quienes puedan ejercer ese rol deberán ser tomados en cuenta en caso de ser solicitados por alguna de las partes, o ambas, luego de iniciado el proceso de negociación, pero en ningún caso deberán ser invocados como condición previa para el inicio del proceso, ni mucho menos si éstos ofrecen sus servicios voluntariamente, primero, porque la única precondición que debe existir es, que no haya ninguna, ni coacción o chantaje, y segundo, porque los mediadores deben ser completamente ajenos a los intereses de los actores del proceso de negociación, incluso, extraños al conflicto.  Quienes ejerzan el rol de mediador deberán ser aceptados por las partes, lo cual los revestirá de la autoridad y legitimidad necesaria a fin de poder llevar a cabo su cometido.

El diálogo en la negociación.

Es muy común escuchar a individuos mencionar los términos “diálogo” y “negociación”, como referencias sinónimas, entendiéndolas como palabras que poseen el mismo significado, que tienen el mismo valor independientemente del contexto en que las invoquen, lo que da como resultado, una gran confusión de cara a los demás actores del proceso de negociación.  Por supuesto, cualquier persona que haga la tarea de consultar con un diccionario, podrá percatarse de que el sentido de cada una encierra contenidos muy diferentes.

Una de las actividades propias de un proceso de negociación es el diálogo, que se puede entender como una de las etapas del proceso en sí, la cual se debe llevar a cabo por los actores involucrados, gobierno y ciudadanos, con la mediación que pudiese haber sido pedida y aceptada. El diálogo no debe ser entendido como si fuese una “herramienta” del proceso, que puede ser manipulada o utilizada a conveniencia, sino que debe ser vista como la actividad o etapa clave del todo el proceso, puesto que aquello que resulte del diálogo, será en sí mismo el contenido de los acuerdos que deberán ser firmados en el consenso.

Para que el diálogo, que es la conversación entre las partes en conflicto, sea equilibrado, es fundamental que aquellos quienes formulan las peticiones, estén en capacidad de ofrecer “algo”, es decir, efectuar una muestra real de buena voluntad como hecho concreto, a fin de que pueda”fluir” el diálogo, por ejemplo, levantar o suspender un paro de labores que haya sido activado como acto de presión hacia los gobernantes o quienes tienen el deber de brindar las respuestas ante sus peticiones.  Este tipo de actos no debería ser una acción forzada, sino voluntaria, puesto que no es posible pretender que se llegue a lograr todos los objetivos trazados a costa de acabar con todo, es decir, que se otorgue todo lo solicitado y no tener que conceder nada, sin importar las consecuencias.

Por supuesto, en la vida real, esto no ocurre siempre, dado que la intransigencia y la tozudez en ocasiones acompañan a quienes protestan, esté o no la razón de su lado, sin embargo, no ha de perderse la esperanza de que la transigencia y la sensatez serán parte de las actitudes y voluntades de quienes aceptarán formar parte del proceso de negociación, porque siempre habrá más que ganar.

Etapas del diálogo.

Dependiendo de la magnitud de los problemas que hayan dado origen a la protesta ciudadana, serán directamente proporcionales las dimensiones del diálogo, en cuanto a su duración y a la cantidad de actores que en él intervengan. Esta afirmación, por muy obvia que parezca, en la práctica suele ser ignorada por algunos, puesto que siempre está latente la voluntad de no tomar cartas en el asunto, de no resolver los problemas, de dar largas al tema, por incapacidad, por mezquindad política, o porque no sea prioridad para quienes deban resolver las peticiones en cuestión.

Por lo tanto, aunque en ocasiones no sea posible asignar una fecha de conclusión a la etapa de diálogo dentro de un proceso de negociación, es factible darle una duración que sea acorde con las dimensiones del problema, que no haya tiempo para discursos vanos ni para recriminaciones extemporáneas, sino que el tiempo que sea utilizado para el diálogo sea el estrictamente necesario y útil.

Una vez iniciado el diálogo, son tres las etapas que deben sucederse en el mismo: la exposición de los motivos de la protesta, el planteamiento de las posibles soluciones a los problemas planteados y finalmente, la elección y aceptación de la solución que sirva para dar fin al diálogo, a fin de llegar a la última etapa de la negociación, que es el consenso. De lograrse llevar a cabo todas estas etapas de manera sucesiva y ordenada, se habrá realizado un proceso de negociación con la madurez y sensatez propias de una sociedad que se enfoca en el mejor porvenir de todos sus ciudadanos, en caso contrario, es decir, que no se logre ningún acuerdo que permita la solución de la protesta, las bases del diálogo iniciado serán útiles para futuros procesos de negociación ciudadana.

El consenso.

Al igual que ocurre con los términos “negociación” y “diálogo”, los cuales son usados como sinónimos por el común de los parlantes, las palabras “acuerdo” y “consenso” son tratadas de la misma forma, incluso por aquellos que por su formación académica deberían darle el uso correcto.  Peor aún es cuando se confunde el término “negociación” con “consenso”, al decir, por ejemplo, “estamos consensuando…”, lo cual es absurdo desde mi perspectiva. 

En definitiva, lo que se debe entender es: que si al final del diálogo, como parte de la negociación, se escoge una opción para la solución del conflicto, entonces se deberá formalizar mediante refrendo por las partes, la aceptación de la opción seleccionada, con todos los compromisos que conlleve el mismo. Este acto formal de firmar un documento de aceptación para dar por finalizado el proceso de negociación, y en consecuencia, el conflicto, es el “consenso”, por lo tanto, el consenso no es un proceso, ni es el acuerdo en sí mismo, sino el estado final de una negociación que ha concluido con acuerdo.



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