Por MauricioAzk
Para
los gobernantes de un estado contemporáneo, la estabilidad política es
imprescindible para la paz social y el desarrollo económico e intelectual de la
nación, lo que en consecuencia permitirá alcanzar un mejor nivel de vida en
general, sin embargo, dado que los actores en el panorama político y social son
diversos, también lo serán sus objetivos y motivaciones para las protestas, por
lo tanto, la forma en que los gobernantes las enfrenten, no necesariamente
deberá ser siempre igual.
Por
demás está decir que son muchos los políticos y gobernantes que carecen de la
capacidad de ver y de entender la
complejidad de las protestas, es decir, sus actores, sus motivaciones y los
factores externos que puedan influir para que éstas se materialicen. Tampoco
tienen la capacidad de anticiparlas, a fin de que no lleguen a producirse, en
la mayoría de las ocasiones.
Generalmente esto es así por su poca experiencia en la gestión pública o
su escasa formación política, sin descartar el poco interés que tengan en el
bienestar de los ciudadanos, lo cual no es de extrañar, puesto que muchos
políticos llegan a gobernar con la prioridad de mejorar su pecunio.
Como
es de esperar, la respuesta de los gobernantes es, en muchos casos, la
represión por medio de las fuerzas del orden, con excesos y abusos en la acción
policial, dando como resultado la no solución al motivo de las protestas, y en
consecuencia, futuras manifestaciones que pueden llegar a ser peores que las primeras.
Entonces,
no resultaría exagerado llegar a la conclusión de que el temor a ser
desplazados del poder político es la principal motivación para sus respuestas
desacertadas ante las acciones de protesta y manifestaciones populares,
motivación equívoca en suma, porque cuando los gobernantes actúan de cara a sus
electores, con eficiencia y honradez, no habrá fuerza política que pueda
reemplazarles.
La Protesta
Ciudadana
En
los países que existen sistemas políticos democráticos, libertades y garantías
para la convivencia de sus ciudadanos, las manifestaciones, protestas, marchas,
piqueteos y toda clase de acciones de calle son cosa del día a día, todas ellas
compuestas por grupos de obreros, de profesionales, por residentes de
comunidades, y en ocasiones, por actores extemporáneos, como por ejemplo,
religiosos o grupos de presión a favor o en contra de normas “morales” insertas
en las leyes vigentes, de las cuales se pide su modificación o derogación.
En
la actualidad, la mayoría de las democracias consagran el derecho a la protesta
como parte fundamental de los derechos ciudadanos, la cual se constituye en un mecanismo
de comunicación entre gobernados y gobernantes, cuando los representantes elegidos
por el pueblo son dejados de lado como interlocutores legítimos del pueblo, o
bien los problemas que dan origen a la protesta sobrepasan su capacidad de
respuesta.
En
cualquier caso, el objetivo principal de una protesta, sea esta pacífica o
violenta (que atente contra los bienes públicos o privados), sólo se logrará si
las autoridades se reúnen con los protestantes, escuchan sus peticiones y luego
les proponen soluciones, sean éstas definitivas o paliativos en tanto se pueda
concretizar lo propuesto. Aunque no
siempre quienes protesten logren alcanzar sus objetivos, la acción misma de la
protesta realizada se habrá constituido en evidencia fidedigna, ante toda la
sociedad, de que existen problemas, que los gobernantes no atienden, ignorar y
ocultan
Lo que se entiende por “Negociación”.
El
término “negociación” es muy utilizado en la actualidad tanto por aquellos que realizan la protesta ciudadana
como por los gobernantes de turno, ambos creyendo a priori que su contraparte
entiende el significado del término de manera igual al propio, es decir, que
ambos piensan que lo que la negociación significa “para mí” también lo entiende
y acepta el otro, exactamente igual.
Esta afirmación puede parecer obvia para algunos y fuera de lugar para
otros, pero si tenemos la capacidad de ver más allá de árbol, del hecho
concreto, y observamos contexto, podremos concluir que no importa que el
término “negociación” signifique lo mismo o no, al final lo que “algunos”
quieren es invocarla a conveniencia, por interés propio, para lograr resultados
a favor, sin importar los efectos resultantes al entorno.
No
faltará quienes crean que una afirmación de este tipo es insultante, humillante
con los necesitados, oprimidos, abusados y menos afortunados de la sociedad,
que son los que más sufren por la inacción de los gobiernos, por las
injusticias promovidas por el poder económico, por la delincuencia organizada, etcétera;
no obstante, lo que hay que tener presente para que la negociación se lleve a
cabo con éxito, es la voluntad de participar y apoyar todas aquellas acciones
que sean realizadas durante este proceso, visualizando siempre el objetivo
final, que es el acuerdo.
Luego
entonces, podemos definir “negociación” como aquella actividad en la que
participan dos actores con roles diferentes: los ciudadanos que protestan, que
realizan las acciones ante la comunidad, y los gobernantes, quienes deben
atender las peticiones provenientes de la protesta, en la cual se procura
alcanzar una solución viable, real y posible a fin de brindar una respuesta
efectiva.
Reglas, métodos, mediadores.
Sabiendo
que la perspectiva de los actores con relación a este proceso es por lo general
diferente y opuesta, será imprescindible establecer ciertas reglas, métodos, e
incluso mediadores para que sean implementados desde la etapa inicial del proceso
de negociación, hasta su finalización. Dichas reglas deberán ser aceptadas por
las partes, siempre de buena gana, puesto que para poder negociar es
fundamental iniciar con una actitud positiva, una buena imagen de cara al
interlocutor y a la sociedad.
Las
reglas son necesarias para toda actividad de índole social, a fin de conseguir
un mínimo de orden y sosiego, no obstante, no deben tener un papel más
importante que la actividad en sí, la negociación en este caso, ya que lo prioritario
es resolver las peticiones causantes de la protesta. También se debe tener presente que al aceptar
las reglas a seguir por las partes, debe haber una verdadera intención de obedecerlas
y respetarlas, es decir, lo actuado durante el proceso de la negociación debe
ser consecuencia de lo firmado y aceptado al inicio de la misma.
El
método a utilizar para la negociación es el conjunto de pasos o actividades que
deberán ser implementadas a lo largo de dicho proceso, lo cual es la parte más
difícil, puesto que si los actores no acatan los pasos del método, una de las
partes, o incluso ambas, pueden separarse de la “mesa de negociación”, lo cual
puede crear un estado de zozobra y malestar frente a los involucrados y la sociedad
en general. El método a utilizar durante el proceso de la negociación deberá
ser lo suficientemente sencillo de entender y seguir, que permita la participación
equitativa de los actores en la negociación, el planteamiento de las peticiones
y soluciones de las partes, que posea las herramientas necesarias para ser
utilizadas durante el proceso, y por sobre todo, que cuente con la voluntad de
las partes para llegar al consenso.
Con
relación a los mediadores en una negociación,
quienes puedan ejercer ese rol deberán ser tomados en cuenta en caso de
ser solicitados por alguna de las partes, o ambas, luego de iniciado el proceso
de negociación, pero en ningún caso deberán ser invocados como condición previa
para el inicio del proceso, ni mucho menos si éstos ofrecen sus servicios
voluntariamente, primero, porque la única precondición que debe existir es, que
no haya ninguna, ni coacción o chantaje, y segundo, porque los mediadores deben
ser completamente ajenos a los intereses de los actores del proceso de
negociación, incluso, extraños al conflicto.
Quienes ejerzan el rol de mediador deberán ser aceptados por las partes,
lo cual los revestirá de la autoridad y legitimidad necesaria a fin de poder
llevar a cabo su cometido.
El diálogo en la negociación.
Es
muy común escuchar a individuos mencionar los términos “diálogo” y
“negociación”, como referencias sinónimas, entendiéndolas como palabras que
poseen el mismo significado, que tienen el mismo valor independientemente del
contexto en que las invoquen, lo que da como resultado, una gran confusión de
cara a los demás actores del proceso de negociación. Por supuesto, cualquier persona que haga la
tarea de consultar con un diccionario, podrá percatarse de que el sentido de
cada una encierra contenidos muy diferentes.
Una
de las actividades propias de un proceso de negociación es el diálogo, que se
puede entender como una de las etapas del proceso en sí, la cual se debe llevar
a cabo por los actores involucrados, gobierno y ciudadanos, con la mediación
que pudiese haber sido pedida y aceptada. El diálogo no debe ser entendido como
si fuese una “herramienta” del proceso, que puede ser manipulada o utilizada a
conveniencia, sino que debe ser vista como la actividad o etapa clave del todo
el proceso, puesto que aquello que resulte del diálogo, será en sí mismo el
contenido de los acuerdos que deberán ser firmados en el consenso.
Para
que el diálogo, que es la conversación entre las partes en conflicto, sea
equilibrado, es fundamental que aquellos quienes formulan las peticiones, estén
en capacidad de ofrecer “algo”, es decir, efectuar una muestra real de buena
voluntad como hecho concreto, a fin de que pueda”fluir” el diálogo, por
ejemplo, levantar o suspender un paro de labores que haya sido activado como
acto de presión hacia los gobernantes o quienes tienen el deber de brindar las
respuestas ante sus peticiones. Este
tipo de actos no debería ser una acción forzada, sino voluntaria, puesto que no
es posible pretender que se llegue a lograr todos los objetivos trazados a
costa de acabar con todo, es decir, que se otorgue todo lo solicitado y no
tener que conceder nada, sin importar las consecuencias.
Por
supuesto, en la vida real, esto no ocurre siempre, dado que la intransigencia y
la tozudez en ocasiones acompañan a quienes protestan, esté o no la razón de su
lado, sin embargo, no ha de perderse la esperanza de que la transigencia y la
sensatez serán parte de las actitudes y voluntades de quienes aceptarán formar
parte del proceso de negociación, porque siempre habrá más que ganar.
Etapas del diálogo.
Dependiendo
de la magnitud de los problemas que hayan dado origen a la protesta ciudadana,
serán directamente proporcionales las dimensiones del diálogo, en cuanto a su
duración y a la cantidad de actores que en él intervengan. Esta afirmación, por
muy obvia que parezca, en la práctica suele ser ignorada por algunos, puesto
que siempre está latente la voluntad de no tomar cartas en el asunto, de no
resolver los problemas, de dar largas al tema, por incapacidad, por mezquindad
política, o porque no sea prioridad para quienes deban resolver las peticiones
en cuestión.
Por
lo tanto, aunque en ocasiones no sea posible asignar una fecha de conclusión a
la etapa de diálogo dentro de un proceso de negociación, es factible darle una
duración que sea acorde con las dimensiones del problema, que no haya tiempo
para discursos vanos ni para recriminaciones extemporáneas, sino que el tiempo
que sea utilizado para el diálogo sea el estrictamente necesario y útil.
Una
vez iniciado el diálogo, son tres las etapas que deben sucederse en el mismo:
la exposición de los motivos de la protesta, el planteamiento de las posibles
soluciones a los problemas planteados y finalmente, la elección y aceptación de
la solución que sirva para dar fin al diálogo, a fin de llegar a la última
etapa de la negociación, que es el consenso. De lograrse llevar a cabo todas
estas etapas de manera sucesiva y ordenada, se habrá realizado un proceso de
negociación con la madurez y sensatez propias de una sociedad que se enfoca en
el mejor porvenir de todos sus ciudadanos, en caso contrario, es decir, que no
se logre ningún acuerdo que permita la solución de la protesta, las bases del
diálogo iniciado serán útiles para futuros procesos de negociación ciudadana.
El consenso.
Al
igual que ocurre con los términos “negociación” y “diálogo”, los cuales son
usados como sinónimos por el común de los parlantes, las palabras “acuerdo” y
“consenso” son tratadas de la misma forma, incluso por aquellos que por su
formación académica deberían darle el uso correcto. Peor aún es cuando se confunde el término
“negociación” con “consenso”, al decir, por ejemplo, “estamos consensuando…”,
lo cual es absurdo desde mi perspectiva.
En
definitiva, lo que se debe entender es: que si al final del diálogo, como parte
de la negociación, se escoge una opción para la solución del conflicto,
entonces se deberá formalizar mediante refrendo por las partes, la aceptación
de la opción seleccionada, con todos los compromisos que conlleve el mismo.
Este acto formal de firmar un documento de aceptación para dar por finalizado
el proceso de negociación, y en consecuencia, el conflicto, es el “consenso”,
por lo tanto, el consenso no es un proceso, ni es el acuerdo en sí mismo, sino
el estado final de una negociación que ha concluido con acuerdo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario